Luis Miguel Romero Rodríguez: Liderazgos Tóxicos: Cómo Reconocerlos y Combatirlos
Entrevista publicada en Ciudad de la Justicia de Zaragoza
Dirigir personas implica más que supervisar tareas y cumplir objetivos. Requiere un cambio de mentalidad, pasando de centrarse en uno mismo a elevar y potenciar a los demás. Luis Miguel Romero Rodríguez, profesor e investigador en comunicación corporativa y estratégica, comparte su visión sobre los liderazgos tóxicos con Ciudad de la Justicia de Zaragoza.
Para Romero, un líder tóxico es aquel que ejerce un control férreo sobre su equipo mediante conductas tiránicas o infundiendo miedo, creando un ambiente negativo que afecta la productividad, motivación y satisfacción de los empleados. Estos líderes suelen tener características narcisistas y psicopáticas, creando un clima laboral tóxico conocido como el “lecho de Procusto”. En este entorno, aquellos que no se ajustan a sus expectativas son marginados o excluidos.
Romero explica que Procusto, una figura de la mitología griega, era un posadero que ajustaba violentamente a sus huéspedes a una cama de hierro. De manera similar, los líderes tóxicos intentan moldear a los miembros de su equipo según sus propios deseos, sofocando su crecimiento y desarrollo profesional.
Otro fenómeno asociado es el “Síndrome de Ganímedes”, que hace referencia a la relación asimétrica de poder entre el líder tóxico y su equipo, evocando la historia mitológica de Ganímedes y Zeus. Estos líderes no siempre son conscientes de su comportamiento, justificando su tiranía como necesaria para el bien común. Los empleados, por su parte, pueden desarrollar un “síndrome de Estocolmo”, defendiendo al líder y rechazando a quienes no se adaptan a sus normas.
Efectos Negativos del Liderazgo Tóxico
Luis Miguel Romero Rodríguez señala que los líderes tóxicos crean ambientes laborales hostiles que sofocan la creatividad y el compromiso, generando rencillas y situaciones de hostigamiento y mobbing. Estos entornos disminuyen la calidad del trabajo y la productividad, ya que los empleados, por instinto de supervivencia, adoptan una actitud de esfuerzo mínimo o “quiet quitting”. Sobresalir en un ambiente así puede ser visto como una amenaza, llevando a un entorno mediocre.
Este clima de desconfianza erosiona la moral del equipo y daña la cultura corporativa. A largo plazo, afecta la reputación de la organización tanto interna como externamente, ya que los empleados insatisfechos pueden compartir sus experiencias negativas, perjudicando la imagen de la empresa y su capacidad para atraer y retener talento.
La Responsabilidad de la Alta Gerencia
Las empresas que toleran el liderazgo tóxico se enfrentan a graves riesgos reputacionales y legales. Los comportamientos abusivos de estos líderes pueden generar un ambiente de trabajo hostil, derivando en riesgos psicosociales para los empleados. La responsabilidad no solo recae en el líder, sino también en la alta gerencia, que puede enfrentar consecuencias legales por no prevenir estos riesgos.
Para prevenir y combatir el liderazgo tóxico, Romero Rodríguez recomienda identificarlo y adoptar estrategias proactivas. Esto incluye políticas y protocolos claros de recursos humanos y comunicación, así como canales de denuncia efectivos. Además, es crucial capacitar y sensibilizar a los líderes y al equipo sobre el liderazgo saludable y la promoción de una cultura de respeto y colaboración. Solo así se puede crear un ambiente de trabajo positivo y seguro, alejándose de los modelos tóxicos que dañan tanto a las personas como a las organizaciones.